Como si hubiera pasado sólo un año, ya cumplimos casi diez de experiencias, viajes y reencuentros, cada uno en su propia geografía y a su ritmo.
Es un gran artista del grabado en madera, lo que más me interesa de su obra tiene relación con la parte débil de cada ser humano, esa a la que no es tan fácil de llegar, no sin dar algunas vueltas en el observador.
Es casi imposible observar su obra y pasar sobre ella sin alguna sensación que logre activar la reflexión de algún momento en que nos encontramos en la piel de sus personajes. Esos instantes inesperados en que comprobamos que realmente no tenemos tantos recursos como creemos de dónde sacar valor o material moral para continuar de inmediato.
De manera paradójica, son esos momentos los que representan una epifanía en la que adquirimos el poder momentáneo de ser capaces de voltear el dedo señalador hacia nosotros mismos. Nos puede colocar con una fuerza brutal e inmediata frente al espejo. Renace la obligación bisiesta de observar la propia cara, tan desconocida, mientras el indice y el pulgar de cada mano abren los párpados para enfocar el fondo del frío cristal plateado, forzando la conexión con una parte de nuestra esencia: el temor. El encontronazo con los propios ojos hasta ver el fondo de la oscuridad, hasta reconocer los miedos.
Sin duda su obra nos mueve en distintos sentidos y nos remite a situaciones que se han quedado grabadas en nuestra memoria de manera similar a la madera trabajada por el maestro César Chavez. El espejo de madera que al enfrentarse al espectador lo encamina a la reflexión sobre uno de los aspectos más primitivos de nuestra naturaleza.
-) Dejo aquí una entrevista de un periódico de Oaxaca en dicembre del 2013.
Obra de César Chávez, inmersa en el dramatismo y la tragedia http://t.co/2wQUD3Dmr1 pic.twitter.com/drXYOhL4SL
— El Imparcial (@ImparcialOaxaca) diciembre 9, 2013
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